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Miller Armín Dussán Calderón

EL RÍO DE LA VIDA ENFRENTA AL PLAN MASTER DE PRIVATIZACIÓN

EL RÍO DE LA VIDA ENFRENTA AL PLAN MASTER DE PRIVATIZACIÓN

 

Ponencia Miller Armín Dussán Calderón.Neiva, marzo de 2015

El 14 de marzo de 2015, organizaciones sociales y ambientales, como El Movimiento Ríos Vivos y Asoquimbo iniciamos en el Macizo Colombiano la Movilización por la Defensa del río Magdalena, los Territorios y la Vida” denominada “EL RÍO DE LA VIDA” que concluirá el 12 de octubre en Bocas de Ceniza. 

Después de celebrar el  Ritual Yanakuna, el Escritor Colombiano, William Ospina, nos recreó con un texto poético sobre el agua y la cultura que explica su compromiso con el clamor universal de la humanidad por salvar este planeta de un colapso anunciado y casi inminente:

 “Es necesario comenzar con una sencilla meditación sobre el agua, porque aquí todo depende de la mirada que arrojemos sobre las cosas. Alguien puede decir que el agua es sólo un líquido, y habría que responderle que el agua está en las nubes que vuelan sobre nuestras cabezas, en el aguacero que se desprende de ellas, en la siempre activa vegetación de los páramos, en la niebla que respiran los bosques, en la savia que asciende por los troncos de los árboles, en la música de los arroyos, en el bullicio de las cascadas, en los peces que avanzan por la corriente y en el cuerpo de los pescadores que los atrapan. 

No hay agua sin mares que se evaporen sin bosques que enfundan niebla, sin páramos que condensen la humedad, sin humedales que filtren, sin ciénagas que oxigenen. El agua no es un líquido, no es sólo un elemento, el agua es un sistema, y Colombia es el mejor ejemplo que se puede mostrar de cómo un territorio puede estar configurado como una inmensa fábrica de agua. Pero Colombia también es el mejor ejemplo de cómo un país puede ignorar su realidad más profunda, y dormir sobre un tesoro como el dragón del cuento, sin aprender a qué se debe ese tesoro, sin saber cómo protegerlo.

Somos capaces de ser consumidores de agua, estudiosos del agua, administradores del agua, vendedores de agua, pero no sabemos ser protectores de agua, y sobre todo no sabemos pensarnos como parte del agua. La vemos como algo ajeno a nosotros, aunque resulta que el 95 por ciento de nuestro cuerpo, según los sabios, está compuesto de agua. 

Por eso he querido sumarme a este clamor. Queremos una economía que tenga en cuenta a la gente. Queremos una economía que respete el río, que respete las fuentes profundas de la vida. Los peces le dieron vida a generaciones enteras de seres humanos: el río contaminado no le da vida a nadie. Los bosques le dieron oxígeno a generaciones enteras de seres humanos: las riberas devastadas no le dan vida a nadie.

Claro que queremos progreso, lo que no queremos es que se llame progreso a la devastación, a la muerte, sólo porque es rentable para unos cuantos. Obtengamos la energía del viento y del sol, que son fuentes inagotables, no obtengamos la energía matando la vida, destrozando la naturaleza y envenenando los manantiales.

Y que lo que se haga con el río lo decidan los que viven junto al río, los que defienden el río, los que aman el río. Por eso lo más importante es que dejemos de ser observadores de lo que hacen con nuestro país los que se creen dueños de todo. El río es la vida del territorio. Los ríos son las fuentes profundas de la cultura. Proteger el río es proteger la verdadera civilización. Proteger la naturaleza es pensar en ese otro río, el río de las generaciones, a las que está desamparando una cultura de la impaciencia, de la avidez y del saqueo. No hay que arrancarle todo a la tierra ya. Hay que vivir con deleite el presente pero hay que dejarle un futuro a la tierra. Nosotros no sólo somos los defensores del río: nosotros somos el río”.  William Ospina 

La humanidad vive una encrucijada frente a la estabilidad planetaria y la sustentabilidad de la vida en la tierra.

Investigaciones registran el crecimiento exponencial de la polución del aire en las grandes ciudades, contaminación de las fuentes hídricas subterráneas y superficiales, el agotamiento de los suelos fértiles, el calentamiento del planeta, el derretimiento de los casquetes polares (Groenlandia y Antártica), multiplicación de los cataclismos,  destrucción de la capa de ozono, los bosques tropicales y la biodiversidad por la extinción de millares de especies, desertificación, acumulación de residuos y multiplicación de los accidentes nucleares, polución de los alimentos por los pesticidas y otras sustancias tóxicas o por manipulaciones genéticas.

Naciones Unidas ha reconocido que la causa principal del cambio climático está ligada a la producción y consumo masivo de los hidrocarburos como la fuente principal de energía con su consecuente liberación de CO2. Un incremento de la temperatura global por encima de los dos grados ocasionaría el colapso planetario si al deterrimiento de los glaciares se sumara el del pergelisol (permafrost) donde se encuentran aprisionadas 400 millones de toneladas de CO2.

La existencia humana data desde hace alrededor de 6.2 millones de años y la concentración de CO2 en la atmósfera empezó a convertirse en un riesgo sólo desde hace algunos decenios. En consecuencia, es demostrable que el calentamiento planetario antropogénico es producto de la lógica absurda e irracional de expansión y de acumulación al infinito del sistema capitalista, a su productivismo obsesionado por la búsqueda de la ganancia que es totalmente contradictoria con una racionalidad ecológica, que toma en cuenta la temporalidad larga de los ciclos naturales[1]. 

Es el sistema mismo, basado en la implacable competencia, las exigencias de rentabilidad, la carrera hacia la ganancia rápida, que destruye los equilibrios naturales, lo que explica la intensificación  de la disputa global por los bienes naturales, como el agua, entre dos proyectos: uno que resiste por la autoafirmación de la soberanía, la autonomía y el poder territorial para el Buen Vivir y otro, por el control corporativo de nuestros territorios sustentado en el modelo extractivista, financiarista que despoja a las comunidades, destruye los territorios con potencialidad agroalimentaria, menoscaba la soberanía territorial, afecta las cuencas hídricas, deteriora los suelos fértiles y depreda la biodiversidad a manos de empresas transnacionales y multinacionales que exportan sus ganancias sin importar la destrucción de nuestros ecosistemas. Ha sido este modelo extractivista, el que ha perpetuado la opresión y el despojo con complicidad de los gobiernos, que expiden leyes para garantizar a las empresas el marco legal requerido para la extracción intensiva de nuestros bienes naturales, como el agua, y la explotación de la fuerza de trabajo.

¡El río Magdalena está muerto, con sus aguas envenenadas y sus animales exterminados! se anticipó a expresar en 1961 Gabriel García Márquez en el Río de la Vida.  “Los trabajos de recuperación de que ha empezado a hablar el Gobierno desde que un grupo de periodistas concentrados pusieron de moda el problema, es una farsa distracción. La rehabilitación del Magdalena sólo será posible con el esfuerzo continuado e intenso de por lo menos cuatro generaciones conscientes: un siglo entero. Se habla con demasiada facilidad de la reforestación. Esto significa, en realidad, la siembra técnica de 59.110 millones de árboles en las riberas del Magdalena. Lo repito con todas sus letras: cincuenta y nueve mil ciento diez millones de árboles. Pero el problema mayor no es sembrarlos, sino dónde sembrarlos. Pues la casi totalidad de la tierra útil de las riberas es propiedad privada, y la reforestación completa tendría que ocupar el 90% de ellas. Valdría la pena preguntar cuáles serían los propietarios que tendrían la amabilidad de ceder el 90% de sus tierras sólo para sembrar árboles y renunciar en consecuencia al 90% de sus ingresos actuales”.

Recientemente el Gobierno de Santos, en el marco de “las locomotoras del desarrollo minero energéticas y los agronegocios y de los Tratados de Libre Comercio concesionó el Plan Maestro de Aprovechamiento del río Magdalena a la estatal Hydrochina, a nombre de su recuperación, con el claro propósito de privatizar el río para megaproyectos de generación de energía y transporte de carga como “uno de los pilares estratégicos para la competitividad de la Nación, debido a los bajos costos y el desarrollo de infraestructura para el estímulo a la inversión privada”.  

En el Huila, se inició la promoción del Plan desde el 4 de octubre de 2012 en el marco de la Cuarta Semana de la Ciencia y la Tecnología –Hidrósfera- realizada en el Centro de Convenciones José Eustasio Rivera indicando que en el año 1978 el Departamento de Planeación Nacional, había elaborado un inventario de recursos hidroeléctricos donde se proyectaron once represas sobre la cuenca del Alto Magdalena que en su mayoría se incorporaron en la "Formulación del Plan Maestro", estudio que fue realizado por la empresa estatal Hydrochina con un presupuesto de cooperación superior a los seis millones de dólares.  

En agosto de 2014, se publicó el Plan Maestro formulado por la empresa Hidrochina. Se prevé la construcción de 17 hidroeléctricas y la adecuación del río para convertirlo en una gigantesca hidrovía.

La estrategia del Plan gira en torno a la cuenca del Río Magdalena y sus afluentes para el transporte fluvial de mercancías y la generación de energía para exportación con el fin de satisfacer las demandas del consumismo internacional, en el marco de los Tratados de Libre Comercio. No se trata de proteger el ecosistema como Bien Público sino su explotación atentando contra el consumo de agua potable de varios municipios, la seguridad alimentaria y los proyectos de vida de las comunidades en sus territorios que serán víctimas del despojo de facto que desde ya anuncia el nuevo Plan de Desarrollo del Gobierno.

El grupo Navelena, según Portafolio, integrado por la brasileña Odebrecht y la colombiana Valores y Contratos (Valorcon) será el encargado de las obras de dragado y encauzamiento del río, contrato que deberá cumplir por 13 años y medio, y por la que recibirá más de 2 billones de pesos. Después de iniciado el dragado, el contratista tiene la obligación de cumplir con un ancho de canal, profundidad y radio de curvatura que permitan que, desde Barrancabermeja hasta Barranquilla, se puedan movilizar convoyes de 7.200 toneladas; desde Puerto Berrío hasta Barrancabermeja de 6.000 y de Puerto Salgar a Puerto Berrío de 800 toneladas cada uno. Con esos indicadores se espera que en el primer año ya estén las condiciones para que haya un transporte fluido de carga en los 652 km desde Barrancabermeja hasta Barranquilla. La meta es pasar de 1,2 millones en el 2014, hasta 6 millones de toneladas anuales de nuestros bienes comunes para exportación.

El Plan contempla una cascada de represas desde cercanías del Macizo Colombiano hasta la Honda:  Guarapas, 140 MW y Chillurco 180 MW (en Pitalito), Oporapa 220MW (en Oporapa), Pericongo 80 MW (en Timaná), El Quimbo 400 MW (Zona Centro del Huila), Betania 520 MW (construida en Yaguará), El Manso 140 MW (en Neiva), Veraguas 130 MW (en Aipe), Bateas 140 MW (en Villavieja) y continúan las de Basilias 140MW (en Natagaima), Carrasposo 170 MW, Nariño 200MW (en Girardot), Lame 560 MW (en purificación, Ambalema 160 MW (en Ambalema), Cambao 100 MW (en Cambao), Piedras Negras 100 MW (en Honda) y 3 represas más en Honda y el Tolima. 

El Plan Maestro de Aprovechamiento del Río Magdalena es un atentado contra la soberanía nacional, de despojo de las comunidades de sus territorios y de apropiación privada de nuestro principal Bien Público, el río Magdalena, el río de la Vida, de ese río cuyo cauce cruza el territorio de un extremo al otro, y define tantas cosas de nuestro ser y de nuestro carácter. Ya los panches hace siglos se definían sobre todo como hombres del río, como hijos del río. ¡Somos el Río!.

Existen voces que formulan serias críticas a este tipo de proyectos. La Universi­dad de Oxford revisó 245 represas construidas entre 1934 y 2007. La gran mayoría de los proyectos no eran económicamente viables; el 96% de los casos sobrepasaron los presupuestos iniciales, generando sobrecostos que en muchas ocasiones han comprometido las finanzas de países enteros. La Co­misión Mundial de Represas en su informe Represas y Desarrollo plantea que el 60% de las cuencas de los grandes ríos del mundo estaban mediana o altamente modificadas por una o más grandes represas o trasvases lo cual significaba impactos irreversibles sobre los ecosistemas como la contaminación de las fuentes de agua dulce y la afectación de grandes zonas de biodiversidad: “las grandes represas han alterado significativamente muchas de las cuencas fluviales del mundo, con impactos destructivos, duraderos y, por lo general, involuntarios, en los medios de vida y las manifestaciones socioculturales de decenas de millones de personas que viven en estas regiones”.  

Patrick McCully, en su libro Ríos Silenciados, con­cluye a partir de la información científica de una significativa cantidad de casos en el mundo, que las “represas han impactado masiva y negativamente sobre la naturaleza y la sociedad, que sus beneficios se han exagerado y podrían haberse alcanzado por otros medios menos destructivos y más equitativos”.

Para la Organización ríos Internacionales existen por lo menos 12 razones para excluir a las grandes represas hidroeléctricas de los esfuerzos globales para promoverlas como Mecanismos de Desarrollo Limpio dados los impactos de estas megaobras sobre las personas, la naturaleza y las posibilidades del buen vivir

¿Energía para quién?

En Colombia la energía es producida prioritariamente para la exportación a favor de la demanda de las empresas transnacionales de la industria minero-energética, petrolera y los agronegocios o para el consumo nacional de estas mismas industrias. Además es necesario tener en cuenta que: a) este tipo de energía permite acceder al mercado carbono, negocio que garantiza a las grandes empresas y países desarrollados, continuar contaminando el ambiente, b) las industrias que consumen mayores cantidades de energía y de mayor voltaje la pagan entre 85 y 100 pesos KW/hora. Los pobres la consumen a 417 pesos el KW/h, c) La energía generada por hidroeléctricas (macro y microrepresas) no es renovable, ni limpia. Es más barata para los inversionistas y costosa para las poblaciones porque:

  • Desplazan más que las guerras. Cientos de miles de personas son desalojadas de sus tierras ancestrales. En el mundo según los datos de la CMR, entre 40 y 80 millones de personas fueron desplazadas por represas hasta el año 2000. Según la ONU hasta el año 2009 por lo menos 33 millones de personas en el mundo fueron desplazadas por conflictos internos en los países.
  • Reducen drásticamente las poblaciones de peces, incluyendo la extinción de algunas especies.
  • Interrumpen los ciclos anuales de inundación destruyendo la producción de alimentos y de reproducción de la fauna.
  • Inundan lugares de valor natural o cultural extraordinarios.
  • Emiten gases de efecto invernadero como el gas metano aumentando la vulnerabilidad al cambio climático.
  • Aumentan desproporcionadamente la pobreza en las regiones donde se implementan
  • Se restringe el acceso al agua, la tierra y los recursos bióticos.
  • Se interrumpe la pesca artesanal y la agricultura tradicional de los terrenos aluviales, a causa de los cambios en el caudal y la reducción en el asentamiento de los linos.
  • Producen pérdida de tierras del valle, generalmente las más fértiles, que como en el caso de El Quimbo son escasas y básicas para garantizar la seguridad alimentaria, “suelos de formación aluvial de hasta 3 metros de profundidad efectiva, suelos orgánicos con una carga microbiológica  natural de mucho valor”
  • Pueden generar sismicidad inducida.
  • El costo socioeconómico, ambiental y cultural no compensa los beneficios para la sociedad.
  • Producen cambios dramáticos en el flujo, la calidad, cantidad y uso del agua, los organismos bióticos y la sedimentación de la cuenca del río.
  • Por lo general desconocen la normatividad ambiental y de procedimientos legales en el proceso de licitación, en particular, la participación de las comunidades afectadas.

El ministro de Hacienda de Santos declaró en 2012 a los medios: “Colombia se perfila como un exportador de energía eléctrica, estamos aumen­tando la capacidad de generación”. A su turno, un comercializador privado de electricidad afirmó: “a partir de 2016 entran en funcionamiento algunas plantas de generación (...) la idea es continuar con los envíos tanto a Ecuador como a Venezuela, y avanzar a otras regiones, tal es el caso de Centroamérica”. En el año 2011, se exportó electricidad por un valor de 92 millones de dólares. La inminente conexión con Centroamérica incrementará las ventas.

La producción de energía como en el caso El Quimbo busca satisfacer el aumento de la demanda de electricidad prevista con nuevos proyectos extractivos. Por ejemplo, para el proyecto de minería de oro a cielo abierto de La Colosa en el norte del Tolima, según los informes de la minera sudafricana Anglo Gold Ashanti, propietaria del proyecto, se tiene prevista por lo menos una demanda de potencia de electricidad de 140 MW, que equivale a la tercera parte del proyecto El Quimbo.

El actual gobierno contribuye a la destrucción de los ríos, los territorios, la vida.  Recientemente, Santos anunció que se concesionarán hasta 17.6 millones de hectáreas para la exploración de hidrocarburos, y otras 11 millones de hectáreas en baldíos para entregarlos en concesión a empresas por 20 a 30 años, flexibilizando aún más la legislación ambiental con las “licencias exprés”, y autorizando el sistema fracking, favoreciendo aún más a las empresas transnacionales, pasando por encima de la rigurosidad que requieren los Diagnósticos Ambientales de Alternativas y negando el autogobierno sobre los territorios de las comunidades étnicas y campesinas. En la actualidad se impulsan 150 grandes represas y existen un poco más de 30 solicitudes de licencias ambientales en la ANLA para proyectos hidroeléctricos en todo el país. Los proyectos contemplan desde grandes centrales hidroeléctricas como las de Ituango, Hidrosogamoso y El Quimbo, hasta pequeñas microcentrales, como las 8 proyectadas para el Sumapaz y las 14 solicitudes de licenciamiento para el Huila. A lo anterior, se suman las del Plan Maestro de Aprovechamiento del Río Magdalena.

Contrario a la política de incrementar la generación de energía hidráulica, la Corte Constitucional mediante Sentencia T-135/13 que ordenó la realización de un nuevo censo de afectados por El Quimbo advierte que: “es pertinente indicar que, ante el enorme impacto de las represas sobre las personas debería llevar, en algún momento no muy lejano, a quienes toman las decisiones de políticas públicas en esta materia a plantear otras opciones que destaca la Comisión para Represas que incluyen la biomasa, la energía eólica, solar, geotérmica, energía del océano y la cogeneración”

Por su parte, la Contraloría General de la República en el “Informe Final, Actuación Especial de Seguimiento a Denuncias Ciudadanas para Exigir el Cumplimiento de Obligaciones Ambientales en la Actual Construcción de Hidroeléctricas  -septiembre de 2014-  no sólo estableció 14 graves hallazgos relacionados con el gran impacto socioambiental causado por represas sino que reconoce la necesidad de “profundizar en los argumentos que existen para no continuar con la construcción de las represas que expone el documento ´12 razones para excluir a las grandes represas hidroeléctricas de las iniciativas de energía renovable´.

Friends of the Earth, dirigida por Brent Blackwelder trabajó en el Proyecto “National Wild and Scenic Rivers System,” un proyecto de ríos protegidos que se impulsó en EEUU en 1973. Este proyecto comenzó con la protección de ocho ríos en EEUU y actualmente protege a más de 250 en todo el país. Ha logrado desactivar 1200 represas y está contemplando la posibilidad de crear un sistema internacional basado en este modelo de EEUU, el cual podría incluir al Rio Magdalena, dada su riqueza natural y biodiversidad. Brent nos sugirió apelar al gobierno colombiano para que éste cree un Sistema Nacional para proteger nuestros ríos. 

Para el Movimiento ríos vivos, esta movilización por la defensa del río Magdalena, los Territorios y la Vida que iniciamos el 14 de marzo en el Macizo Colombiano y que culminaremos el 12 de octubre en Bocas de Cenizas se propone articular a los movimientos de resistencia contra el modelo extractivista, depredador de la vida y la naturaleza, contra el Plan de Desarrollo del Gobierno de imposición del despojo para el control corporativo de nuestros territorios por parte de las transnacionales, donde la paz es equivalente a más extractivismio, más endeudamiento, más impuestos; por la defensa del río Magdalena, de los ecosistemas hídricos y del agua como derecho fundamental y Bien Público, de  naturaleza inalienable, imprescriptible e inembargable y contra la mercantilización de la misma; la recuperación de las memorias y la reconstrucción de la región y del país para el Buen Vivir, con autonomía y poder territorial de las comunidades.

SOMOS EL RÍO

 



[1] LÖWY, M. Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista. Ocean Sur. 2014

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