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Miller Armín Dussán Calderón

PACTO POR LA VIDA

PACTO POR LA VIDA

 

El iceberg Fiordo de Groenlandia.

El 9 de agosto de 2021, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, publicó su VI informe sobre calentamiento global, producto de un análisis de más de 14.000 artículos científicos realizado por 234 expertos de 66 países.

El IPCC ha reiterado que el aumento de la temperatura en la superficie del globo terráqueo obedece principalmente a las emisiones de gases de efecto invernadero como el CO2 derivado del uso de energía fósil. El estudio advierte que las emisiones continuas podrían quebrar un límite de 1.5 grados de la temperatura global en poco más de una década y en todos los escenarios, el umbral de 2 grados se alcanzará en el 2040.  En el peor escenario, si no se actúa y las emisiones siguen creciendo al mismo ritmo que hasta ahora, el informe estima que a finales de este siglo se llegaría a un incremento de 4,4 grados, situación que explica la declaratoria de “una alerta roja para la Humanidad” por parte del Secretario General de la ONU.  

Mantener el límite de 2 grados requeriría reducir las emisiones de carbono a la mitad, para 2030 y alcanzar las cero emisiones netas para 2050. Hasta este año se han emitido 2.400 miles de millones de toneladas de CO2 y cada año se emiten 40 mil millones.

 “El cambio climático no es un problema del futuro, está aquí y ahora y afecta a todas las regiones del mundo". Estamos experimentado una concatenación de fenómenos meteorológicos extremos en todas las regiones del mundo: la tremenda ola de calor de finales de junio en Canadálas inundaciones en el centro de Europa o en China de julio, los recientes incendios asociados al calor en la cuenca del Mediterráneo, retroceso global de los glaciares, la disminución del hielo ártico y el  deshielo de Groenlandia, la acidificación de las aguas y el aumento del nivel del mar. 

“El calentamiento planetario es el producto de la lógica absurda e irracional de expansión y de acumulación al infinito del sistema capitalista, a su productivismo obsesionado por la búsqueda de la ganancia que es totalmente contradictoria con una racionalidad ecológica, que toma en cuenta la temporalidad larga de los ciclos naturales»” (M. Löwly)

La solución a la crisis climática no es posible desde la economía de mercado sostenible que ha sido un fracaso, porque mientras en las Conferencias de las COP, como la de París, se prometen pactos no vinculantes de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, en torno al límite tolerado en grados centígrados del calentamiento global para los próximos años   definiéndose   en dos  grados  en  términos comparativos  con  la  era  preindustrial, las emisiones continúan incrementándose, profundizando la crisis climática y los anuncios de una catástrofe.

Existen alternativas radicales como los movimientos ecosocialistas, ecofeministas, de ecología social y ecología política que coinciden en que no hay solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo de su productivismo y consumismo, del mercado, de la acumulación del capital y la maximización de los beneficios. Su lógica perversa conduce inevitablemente a la ruptura de los equilibrios ecológicos y a la destrucción de los ecosistemas.

Hay que romper con el modelo productivista para lo cual es fundamental la apropiación colectiva de los medios de producción y transformar radicalmente las fuerzas productivas que implica cambiar las fuentes de energía fósiles (petróleo, gas, carbón) y las represas cuya descomposición de la biomasa produce gas metano, CH4, por renovables; reducir el consumo global de energía y el decrecimiento de la producción de bienes suprimiendo las actividades inútiles (publicidad) y las perjudiciales (pesticidas, armas de guerra) poniendo fin a la obsolescencia programada. Implica, además, el cambio de los modelos de consumo, de las formas de transporte, del urbanismo, del modo de vida.

En resumen, se trata de un cambio civilizatorio, basado en los valores de solidaridad, igualdad y libertad y respeto de la naturaleza. De una nueva civilización ecosocial que rompa con el productivismo y el consumismo para privilegiar la reducción del tiempo de trabajo y, así, la extensión del tiempo libre dedicado a las actividades sociales, políticas, lúdicas, artísticas, eróticas, etc”.

Un proceso de transición hacia una sociedad ecosocial implica una planificación democrática, orientada a la satisfacción de las verdaderas necesidades que son definidas por las comunidades y el respeto de los equilibrios ecológicos del planeta.

No se trata de pactos electorales, sino de fortalecer las resistencias sociales contra el modelo extractivista neoliberal (fracking, represas, minería a gran escala) por un nuevo modelo minero energético soberano y autónomo, gestionado por las comunidades y que responda a sus necesidades; sustentado en otras alternativas como la energía solar, eólica, geotérmica, cogeneración y biomasa, entre otras, que no afecten los derechos fundamentales individuales y colectivos y, especialmente, el ambiente sano. De igual manera, crear un Sistema Agropecuario, pesquero, territorial y sustentable que privilegie la agroecología a cambio de la agroindustria, haga más productiva la tierra, aumente la producción total, incremente el empleo, repueble el campo, para lo cual está demostrado son más eficientes las economías campesinas, indígenas y afros, razones por las cuales deben ser declarados de utilidad pública.

https://www.facebook.com/millerdussan/videos/3770786803021625

 

 

 

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