PERSONAJE: LA NATURALEZA Y LOS DEFENSORES DE LA VIDA

“El jaguar, símbolo de poder y fuerza, de vida y fertilidad. Si desaparece peligra la especie humana. Los jaguares, como otras especies, son un indicador del ambiente. Están arriba de la cadena trófica, por lo tanto son indicador de la salud de los sistemas biológicos”

La Naturaleza y los Defensores de la Vida, al unísono expresan su rechazo a los depredadores de la biodiversidad natural y gestores de la muerte. La pandemia del Covid 19 es una señal que ha visibilizado aún más los daños causados por el extractivismo que destruye los ecosistemas y extingue las especies debido al predominio del capital sobre la vida. Pero igualmente, confirma la razón que les asiste a los sectores populares, los trabajadores de la salud y, especialmente las mujeres, de realizar acciones de resistencia contra el modelo hegemónico y por el cuidado de la vida.

La pandemia ha desnudado el rostro del capitalismo donde lo que importa es la acumulación sin límites, incluso en tiempos tan inciertos, donde la naturaleza es concebida como un activo financiero, cuando la protección de la salud y la vida deberían ser priorizadas.  

Eduardo Gudynas, autor de los Derechos de la Naturaleza, Ética biocéntrica y políticas ambientales, nos recuerda que los extractivismos se han extendido en todo el sur global para satisfacer las demandas del consumismo atentando contra las necesidades prioritarias de los verdaderos creadores de la riqueza material e inmaterial: las comunidades originarias, los campesinos, los afrodescendientes, los trabajadores en general.  El resultado es que se aprueban e imponen emprendimientos extractivos para atender intereses exportadores. En consecuencia, no será fácil que una vez instalada la crisis y el daño causado a todos los seres vivientes pueda ser revertido con rapidez, debido a que los sectores más poderosos del capital tienden a imponer “el fascismo tecnológico” de control absoluto de la vida (normalidad capitalista) al servicio de la necropolítica, la muerte de la naturaleza y de los pobres.

Cambiar el sistema imperante es una tarea difícil. Sin embargo, a raíz del confinamiento, la naturaleza ratificó que es un ser vivo y que atentar contra ella tiene consecuencias catastróficas como las derivadas de la crisis climática planetaria y las pandemias. Además, son saludables los cambios en las visiones de la relación entre naturaleza y ser humano, donde la vida es un valor en sí misma. En lugar de mantener el divorcio se viene propiciando su reencuentro desde las diversas acciones de resistencia que plantean la desmercantilización de la naturaleza, sustentada en el biocentrismo y el ecocentrismo contra el antropocentrismo.

Cada día se fortalecen las organizaciones sociales y se crea una comunidad ecosocial defensora de los Bienes Naturales y Culturales Comunes que reconocen la naturaleza como sujeto de derechos. Desde esa perspectiva, como lo expresó recientemente el Vicepresidente de Bolivia David Choquehuanca “hoy en el mundo vivimos una transición que se repite cada 2.000 años, en el marco de la ciclidad de los tiempos, pasamos del no tiempo al tiempo, dando inicio al nuevo amanecer, a un nuevo Pachakuti en nuestra historia. Un nuevo sol y una nueva expresión en el lenguaje de la vida donde la empatía por el otro o el bien colectivo sustituye al individualismo egoísta… Estamos en pleno proceso de recuperación de nuestros saberes, de los códigos de la cultura de la vida, de los cánones civilizatorios de una sociedad que vivía en íntima conexión con el cosmos, con el mundo, con la naturaleza y con la vida individual y colectiva de construir nuestro sumak kamaña, de nuestro sumajakalle que es garantizar el bien individual y el bien colectivo comunitario”.

Y ese bien colectivo y comunitario renace en estos tiempos donde los defensores de la vida, de los territorios, de la naturaleza, en medio de la violencia sistemática, sacrifican la vida por la construcción de una sociedad dialogante conectada con el cosmos, con la naturaleza para el Buen Vivir y el Vivir Bien.