LA COMUNA DE PARIS. ENSEÑANZAS VIGENTES.
El 28 de mayo se conmemora el aniversario de la Comuna de París, movimiento insurreccional que gobernó la ciudad entre marzo y mayo de 1871, instaurando un proyecto político socialista autogestionario.
La sublevación del proletariado contra el régimen napoleónico, responsable de la ruina económica y la humillación nacional de Francia, se propuso liberar al país de la invasión prusiana y liberar a los obreros de la explotación capitalista. Este fue el ideal de la Comuna de París.
La Comuna, durante su corto periodo, promulgó una serie de decretos como la supresión del ejército y su sustitución por una Guardia Nacional de obreros y gentes comunes, la revocatoria del parlamento y su reemplazo por nuevos órganos de trabajo, ejecutivos y legislativos a la vez, basados en el sufragio universal y la revocatoria de su mandato; supresión de la burocracia y creación de un cuerpo de funcionarios cuya labor será remunerada igual al salario de un obrero; la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, el Estado Laico, la abolición de los intereses de las deudas, entre otros.
Estas disposiciones propias de una democracia radical, de mayor equidad y justicia, implicaba la sustitución de la unidad de la nación basada en el centralismo burocrático y militar, como el de Colombia, por la unidad de comunas libremente integradas como asociación de productores. Sin embargo, se convirtieron en una afrenta contra los intereses del capital, razón por la cual, los insurrectos fueron víctimas de la más feroz violencia que condujo al fin de la experiencia comunera, en mayo de 1871.
Para su principal analista, Karl Marx, la Comuna de París fue el primer ejemplo concreto de una dictadura en la que el Estado es tomado por el proletariado, por la clase obrera y que ha sido objeto de múltiples análisis, entre otros, al considerarla como una experiencia que demostró que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines””.
Esta lección sigue vigente y cuestiona el actuar de sectores que se autoproclaman socialistas o progresistas que están convencidos de que a través de las elecciones para los cargos de representación popular y de gobierno lograrán acceder al Poder como alternativa para la democratización de la sociedad y el bienestar de los sectores excluidos. Experiencias como el derrocamiento de Allende en Chile, el presidio de Lula en Brasil, la destitución ilegal de Gustavo Petro de la Alcaldía de Bogotá, los informes del New York Times sobre orientaciones de la cúpula militar que reeditan los crímenes extrajudiciales mal llamados falsos positivos, los asesinatos selectivos de líderes sociales, las objeciones para hacer trizas los Acuerdos de Paz, las declaraciones guerreristas contra decisiones de las Altas Cortes, el anuncio de la privatización de empresas como Ecopetrol, la reducción de impuestos a las transnacionales que ahora tienen vía libre para el fracking y la minería a gran escala; la censura contra la libertad de prensa, el clientelismo y la corrupción electoral, entre otros, son demostraciones que confirman que quienes tienen el control del poder jamás lo cederán, incluso, si los oprimidos acuden a las mismas normas que crearon para protegerlo. No se trata de renunciar a los espacios de elección popular, sino de hacer consciencia a través de ellos que aún es posible transformaciones fundamentales desde la movilización y la resistencia manteniendo el legado histórico de la Comuna de París.
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